-Hace buen día hoy, ¿verdad?
Xavier está tumbado sobre una bandera de los Estados Unidos, debajo, la arena va calentándose conforme el sol va alcanzando la perpendicularidad que le corresponde a las doce de la mañana que son.
Ella está dando vueltas a su alrededor, con una palo en la mano, removiendo la arena bajo sus pies.
La cala está vacía, el agua tan fría que corta la circulación, y cristalina, y la arena está cada vez más caliente, al igual que el ambiente.
Celia le mira, se acerca a él, y poco a poco, se sienta sobre su estómago.
-No me hagas esto… -suplica él con voz socarrona.
Ella ríe. Y echa el tronco hacia delante, abrazándole con fuerza.
Él, hunde la cabeza en su cuello e inspira profundamente. Le encanta hacer eso.
-Tengo miedo.
-¿De qué? No nos va a ver nadie…
-No, no miedo de estar aquí.
Él aparta la cabeza y la mira. Celia ya no sonríe.
-¿Qué te pasa, vida?
-Tengo miedo… a que te canses de esperarme.
Él ríe tenuemente, y pasa la mano por su pelo, mientras se muerde el labio inferior.
-Nunca.
-No quiero que te vayas y me dejes, porque te hartes de esperar. Yo…
Xavi levanta la cabeza del suelo y posa sus labios sobre los de ella.
-Todo está bien como está.
Celia le abraza más fuerte aún.
-No me dejes nunca. Nunca… -susurra ella
-No me sueltes nunca. Nunca. –repite él.
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