5/9/11

Breakeven. Su canción.


                -Joder –dice.
Y le da un golpe a la expendedora de tabaco que tiene delante.
                -Puta máquina, se ha quedado mis cinco pavos.
Y sigue dándole golpes.
                -Cris, tranquila, déjame a mi –dice Ana, su mejor amiga, siempre tiene remedios para todo.
Cistina se aleja y se sienta de la mesa del reservado que han conseguido.
Están en El Brunch, la discoteca más pija y exclusiva que puedan imaginar. Y están allí, porque hace cuatro días llego al piso que comparten ella y Marta, porque había discutido hasta los restos con Alberto y se había ido de la casa donde viven ambos. Lleva tres días viviendo con ellas, y Cristina necesita animarse, pensar, y darse un poco de tiempo. No aguantarán un día más la voz de su amiga diciendo que no tiene remedio, que todo está acabado para ellos.
Ana, que está ocupada con la máquina, escucha una voz masculina detrás de ella:
                -¿Te ayudo?
Alberto, se apoya en la pared despreocupado, y sonriente.
¿Qué hace él aquí? Cómo Cristina se entere… no sabe lo que va a hacer.
Cuentan el tiempo que pasa, esperando sus cigarrillos, en canciones. Cinco exactamente, hasta que Ana llega. Cinco canciones en las que va calmándose y sintiéndose como con un imán en el pecho. Un imán que tira de ella hacia algún lugar, como si su cuerpo supiera que alguien o algo importante en su vida andan por ahí, necesitándola.
                -Aquí lo tienes.
Cris sonríe. Pero se quiere ir. Fumar y huir. No pinta nada allí, la noche para ella se ha acabado.
                -No os vais a creer quién está en la fiesta –dice Ana al grupo mientras se sienta.
I'm still alive but I'm barely breathing.
Just praying to a god that I don't believe in.
Cause I got time while she got freedom,
cause when a heart breaks no it don't breakeven…
No puede ser. Esa canción. Su canción.
Ya no sabe por qué estaba tan enfadada.
Cristina ha dejado en segundo plano lo que dice su amiga, como voz de fondo, como todas las demás. Se levanta, y canta la canción en su cabeza, a la perfección.


Al otro lado del local, Alberto, con sus amigos, mira al techo y cierra los ojos. Al mismo tiempo que comienza a cantar la letra en bajo. Se gira y comienza a andar, siguiendo a su propio cuerpo, porque él no está controlándolo ahora mismo. Sólo impulsos…

Cristina se detiene. Su cuerpo es el que se detiene. Ella cierra los ojos, en el mismo momento que alguien se acerca por detrás de ella y nota cómo su pecho se infla.
Alberto la coge de la cintura, y acerca su cabeza al cuello de ella, y a sus oídos, donde empieza a cantar la canción con una pronunciación perfecta y una sonrisa en la cara.
Ella se gira, olvida el tema de sus padres, sus suegros y la mierda de la boda de sus sueños que se ha convertido en la de los sueños de ellos. Rodea a Alberto por el cuello con los brazos y las lágrimas afloran en sus ojos cuando le ve sonreír. Cuánto echaba de menos, sin llegar a saberlo, esa expresión en aquella cara, ese brillo en los ojos, ese pelo aparentemente desaliñado…
Definitivamente, la noche acaba de empezar.